domingo, 16 de marzo de 2014

Primera clase

9:38 de la mañana. Lunes.

Entro en la escuela con mi mochila al hombro, deseando saber qué me voy a encontrar.

Voy al vestuario y veo a los primeros cisnes de avanzado cambiándose con la suavidad que sólo una bailarina tiene y que sólo las personas amantes del ballet entendemos y apreciamos. Intercambio palabras, nervios y ánimos. Subo arriba con mis leggins, calcetines y camiseta.

La profesora, rubia y muy mona, me saluda con efusividad. Me presento, le presento a mi brazo. Me pregunta si he bailado antes. Le cuento mi entrada uno de este blog resumida en un minuto y medio.

Somos seis personas, cinco chicas y un chico.
Me sorprende escuchar a dos de ellas hablar de cástings y verlos calentar abriéndose de piernas, puesto que me he inscrito en principiantes. PRIN-CI-PIAN-TES. Respiro.




Comienzan los ejercicios de barra. De centro. Diagonal. Nombres en francés. Notas de piano. Ese olor a clase de baile mezclado con ilusión y ganas. Estoy moviéndome como en la clase de Chiquis. SIENTO UNA ENORME FELICIDAD DESBORDANTE EN ESTE MOMENTO, aunque ni toco el suelo con las manos ni subo la pierna más que la primera barra baja. Soy consciente de que tengo mucho que hacer y duro trabajar para llegar a mi estado físico anterior.

Como si de magia se tratase, parece que mi cuerpo recuerda misteriosamente cada movimiento, veinticuatro años después, como si fuera ayer. Me siento genial ¿estoy soñando? NO.
  ¡¡¡ Estoy bailando otra vez !!!

Cuando salgo de clase me siento como si hubiera rejuvenecido. Tengo energía, me desborda la ilusión, voy a una tienda y me compro mil camisetas diferentes para las próximas clases. Llego a casa y pido por ebay mis "primeras" zapatillas de media punta. Me siento como esa persona que vuelve a "aprender a andar" tras haber sufrido una lesión en su cuerpo. Siento que crezco.

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