miércoles, 5 de marzo de 2014

Sueños y Realidades.

(...)

Cumplí los trece años convencida de que jamás iba a volver a bailar. Además, la situación económica en mi casa estaba atravesando un momento delicado, y no podía exigir apuntarme a otra academia mejor con vistas a ser profesional, primero, por mi lesión, y segundo... por la pasta.

Así que mi sueño se quedó a la sombra.
Yo seguía en casa haciendo ejercicios, puntas, viendo vídeos, oyendo música de Tchaikovsky, intentando aprender a tocar el piano y deseando ser mayor para ahorrar y poder ir a ver un ballet en directo.

Pasé la adolescencia con el zapatero lleno de bailarinas de mil colores. Era mi zapato favorito, tal vez porque llevo midiendo 1.80m desde los quince años y siempre he sido la más alta de mis amistades, o tal vez como resquicio de mi pasión oculta por el ballet, que se negaba a morir... aunque fuera en el calzado de calle.



Cuando cumplí los veintitrés y me mudé de ciudad estuve seriamente barajando la posibilidad de dedicarme al arte dramático o al canto. Pensaba que era una forma de estar cerca de lo que me apasionaba (la danza, el arte, la música) sin que mi brazo doblado (y sobre todo mis desorbitados complejos físicos de entonces) repercutiera de ningún modo.

Pero una cosa son los Sueños... y otra la Realidad.

Por circunstancias, la vida te lleva por senderos inesperados, y durante mis años fuera de Madrid tuve que encargarme de cuestiones de crecimiento personal que apenas me dejaban tiempo para soñar. El único sueño que se cumplió relacionado con mi pasión fue ver por primera vez el Ballet Nacional Ruso en directo y mi tan adorado Lago de los Cisnes EN CUARTA FILA.

Nunca olvidaré esa sensación. Creo que fueron las primeras lágrimas de felicidad de toda mi vida. Nunca había conocido esa mezcla entre ganas de dar saltos de emoción y reventarme los ojos escupiendo lágrimas mientras veía las caras, ropa y cuerpos de esas adoradas bailarinas convertidas en ángeles sobre el escenario. Fue una experiencia única que volví a repetir años después con El Cascanueces, ya en Madrid de nuevo.



Y es que... cuando algo se lleva dentro, jamás muere.

Siempre he tenido mis zapatillas de ballet y mis maillots en el armario.
Siempre he tenido fotos de bailarinas y zapatillas por mis redes sociales.
Siempre he escuchado música clásica (especialmente piano) para encontrarme conmigo misma cuando lo necesitaba. Siempre señales.

Siempre. Toparme "casualmente" en facebook fotos de BALLERINA PROJECT un buen día hace ya unos años (http://ballerinaproject.com) me reabrió las ganas, los sueños...

Y LOS OJOS ; )









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